martes, 28 de agosto de 2012

ANTES DEL CONDON, Y DE LA PASTILLA DEL DIA DESPUES...


La Ley Cornelia promulgada por el dictador Lucio Cornelio Sila prohibía las prácticas abortivas.
El emperador Augusto, preocupado por las bajas tasas de natalidad existentes en la época, promulgó medidas para obligar a los jóvenes romanos a contraer matrimonio y prohibió el uso de los anticonceptivos y el aborto.

El naturalista latino Plinio el Viejo, que poseía vastos conocimientos en numerosos campos científicos, puestos todos ellos de manifiesto en su Historia Natural, menciona también los anticonceptivos.

El médico Sorano de Éfeso, contemporáneo de Adriano (76-138), recomendaba en su Ginecología, obra que alcanzó un considerable prestigio en los siglos siguientes, el uso de una mezcla compuesta por aceite rancio de oliva, miel y bálsamo o resina de cedro, que debía introducirse en el útero.

También propugnaba el uso de un método que se reveló bastante eficaz.
Éste consistía en introducir una bola de lana en la vagina que era empujada hasta la entrada del cuello del útero, previamente empapada de vino u otras sustancias de textura gomosa (un líquido en el que previamente se había disuelto corteza de pino).

Otro método consistía en crear una costra sobre el pene, mediante una pomada que poseía la cualidad de matar el esperma, al cerrarle el acceso al cuello del útero.

Los antiguos egipcios eran bastante interesantes, con sus piramides, sus bailecitos graciosos, sus momias y demás. No es sorpresa entonces que ellos fueran de las primeras personas en inventar un método de control natal que realmente funcionara. Ellos se dieron cuenta de que podían detener el embarazo si tenían una especie de, digamos, bloqueo ahí dentro.

Aún así, estos eran tiempos antiguos y había un acuerdo tácito de que todo lo que hicieran debía ser, de alguna forma, horrible. Por eso, los egipcios hicieron sus barreras contra esperma a base de miel y heces de cocodrilo.

Varios miles de años atrás, en China,se les ocurrió la idea de usar el mercurio para el control de natalidad. El tema era asi: después del sexo, las mujeres se beberían un par de tragos de mercurio que quizas les provocara daño cerebral pero... no importa... no embarazarse era el punto.

En la antigua Sumatra, algun "genio" penso que podian usar el opio para el control de la natalidad, entonces tomaban una bolita pegajosa de opio y, pues la metían en la vagina de la mujer. Nota: Se ignoran estadisticas sobre el buen desempeño de este producto.

En los años 1700, un vendedor de frutas penso en como vender mas limones y entonces se le ocurrio que podria un medio limon actuar como un diafragma pues el ácido del cítrico mataría el esperma. Tampoco hay estadisticas de buen rendimiento pero me figuro que el aroma alli abajo era mas fresco.

EN la antigua Grecia la idea consistía en que beber el agua que un herrero usaba para enfriar los materiales La idea de que el agua conteniendo hierro era una gran posibilidad de control natal, fue empleada tambien en la primera Guerra Mundial. Las mujeres se ofrecían voluntarias para trabajar en las fábricas con hierro y así se mantenían estériles. Bueno entre esto y el mercurio no se con cual quedarme a cual mas peligroso.

Ya un poco mas cerca en el tiempo habia quienes argumentaban que un enguaje de las partes intimas con coca-cola constituia un buen anticonceptivo pues se creia que el carbonato y el azúcar eran efectivos. Tampoco hay datos que asi lo demuestren.
Releyendo lo anterior yo no lo hubiese usado ya me apetece la Seven up.

martes, 14 de agosto de 2012

CURIOSIDADES SEXUALES EN NUEVA GUINEA,PERU Y MEXICO



En Papúa, Nueva Guinea, existe una tribu bautizada con el nombre de "Pueblo Sambia" Su peculiaridad reside en que los hombres y las mujeres viven separados unos de otros, como si de dos comunidades distintas se tratase.
Los niños y niñas de la tribu Sambia no pueden jugar juntos y revueltos, ni siquiera tratarse o mirarse.
Cuando los varones alcanzan los siete años de edad, abandonan los brazos de sus madres para integrarse en la comunidad masculina donde se practican relaciones sexuales entre ellos; los recién llegados deben iniciarse a un ritual en el que han de practicar felaciones a los adultos y tragarse su semen para, supuestamente, adquirir todo el vigor, la virilidad y la fuerza del sexo masculino.
Cuando los jovenes adquieren la mayoría de edad, tienen la opción de elegir pareja entre las muchachas núbiles de la tribu para perpetuar su descendencia, aunque para la mayoría de estos jóvenes el contacto con el sexo femenino supone un trauma al estar tan acostumbrados a tener relaciones sexuales con otros hombres.


En Perú, los indios Moches o Mochicas eran en su mayoría homosexuales y dejaban patente sus prácticas sexuales en todo tipo de objetos de uso cotidiano, sobretodo en vasijas de barro y cerámicas, tal y como atestiguan piezas de arte rescatadas de muchas tumbas moches descubiertas recientemente.
Por lo visto, cuando los conquistadores españoles arribaron a Perú y pudieron comprobar las prácticas sexuales de los Moches, éstos no dudaron en reprimir duramente a los nativos, en castigarlos y en destrozar cualquier objeto u obra de arte que recordase aquella manera de entender la sexualidad que iba contra las creencias católicas. En "La Crónica de Perú", se citan a los capitanes españoles Pacheco y Olmos como los que censuraron cruelmente las costumbres Moches.


En "La Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España" de Bernal Díaz, se cuenta que los Huastecos, nativos que vivían cerca del Golfo de México allá en el siglo X, eran todos homosexuales y que rendían culto al falo con adolescentes que asumían el papel de sacerdotes de Quetzalcoalt.
En sus rituales sagrados, eran práctica corriente aplicarse enemas por puro placer y el cacique, gobernante de Cempoala, era atendido por jóvenes esclavos sexuales.

jueves, 2 de agosto de 2012

SEXO DEL COLOR QUE SEA....



Y siguiendo con el tema de la Roma imperial, hay recordar que era costumbre entre los hombres abrirse la túnica y mostrar sus genitales para indicar que les interesaba mantener relaciones sexuales con el contrario (fuese hombre o mujer). Costumbre también, en el momento de prestar juramento, era la de agarrarse el "paquete" al jurar, y no como se suele hacer hoy día llevando la mano derecha al corazón.

Pero en aquella Roma antigua, si el sexo entre hombres era permitido y tolerado, era a condición de que el ciudadano libre penetrara a un hombre de estatus inferior, fuera esclavo o prisionero de guerra. Que ocurriera al revés era considerado humillante e inaceptable, una afrenta para el honor y el orgullo romano.

Obviamente casi todos los emperadores como Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Domiciano,Verva, Trajano, Adriano, Cómodo, Heliogábalo y Valentiniano III se superaban con creces en proezas sexuales.
Si a Tiberio le ponía la líbido a cien nadar entre decenas de mozalbetes cachondos en su retiro de Capri, a Heliogábalo le obsesionaba retozar con hombres bien formados, viriles y superdotados, algunos auténticos mandingos de enormes atributos, especialmente traídos ante él de cualquier rincón del vasto Imperio Romano, y disfrazarse para ellos de prostituta. Le pasó incluso por la cabeza que le operasen para convertirlo en una auténtica mujer... cosa que no pudo ser.

Adriano moria de amor por Antinoo su joven amante que se convirtió en un modelo de belleza masculina
Si Adriano se nos antoja más tranquilo y romántico, por su gran amor por el adolescente efebo Antinoo, que trágicamente pereció ahogado (no se sabe si por accidente o por ser objeto de un ritual de sacrificio religioso), Calígula se nos presenta como un perverso personaje de gustos eclécticos, de gran lubricidad e incomensurable sadismo que no las tenía todas consigo. Supongo que el hecho de convertir a todas las esposas de senadores y prohombres de Roma en prostitutas de una multitudinaria orgía, cobrando entrada cual proxeneta, rebasó la copa de la paciencia de los que tenían que sufrirle y servirle.

Más "respetable" aparece Claudio, casado con la reina de las putas y de las arpías habidas y por haber, la más que recordada Mesalina que acabó por envenenarle.


Un famoso general romano de la época del emperador Marco Aurelio, de nombre Macrinio, poseía una barba roja y una musculatura impresionante que hacían de él el macho más solicitado y adorado tanto por hombres como por mujeres. Pero estaba locamente enamorado de un joven llamado Cneo Virgilio quien, para colmo, sufría del mismo mal que Julio César: la epilepsia. Eso no impidió que ambos batallaran duramente durante las campañas bélicas de Marco Aurelio, y Cneo Virgilio encontró, precisamente, una muerte heróica al término de una de ellas. Muerto el amante, Macrinio se consoló entre los brazos de un joven robusto y viril guerrero germano al que había hecho prisionero.