jueves, 2 de agosto de 2012

SEXO DEL COLOR QUE SEA....



Y siguiendo con el tema de la Roma imperial, hay recordar que era costumbre entre los hombres abrirse la túnica y mostrar sus genitales para indicar que les interesaba mantener relaciones sexuales con el contrario (fuese hombre o mujer). Costumbre también, en el momento de prestar juramento, era la de agarrarse el "paquete" al jurar, y no como se suele hacer hoy día llevando la mano derecha al corazón.

Pero en aquella Roma antigua, si el sexo entre hombres era permitido y tolerado, era a condición de que el ciudadano libre penetrara a un hombre de estatus inferior, fuera esclavo o prisionero de guerra. Que ocurriera al revés era considerado humillante e inaceptable, una afrenta para el honor y el orgullo romano.

Obviamente casi todos los emperadores como Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Domiciano,Verva, Trajano, Adriano, Cómodo, Heliogábalo y Valentiniano III se superaban con creces en proezas sexuales.
Si a Tiberio le ponía la líbido a cien nadar entre decenas de mozalbetes cachondos en su retiro de Capri, a Heliogábalo le obsesionaba retozar con hombres bien formados, viriles y superdotados, algunos auténticos mandingos de enormes atributos, especialmente traídos ante él de cualquier rincón del vasto Imperio Romano, y disfrazarse para ellos de prostituta. Le pasó incluso por la cabeza que le operasen para convertirlo en una auténtica mujer... cosa que no pudo ser.

Adriano moria de amor por Antinoo su joven amante que se convirtió en un modelo de belleza masculina
Si Adriano se nos antoja más tranquilo y romántico, por su gran amor por el adolescente efebo Antinoo, que trágicamente pereció ahogado (no se sabe si por accidente o por ser objeto de un ritual de sacrificio religioso), Calígula se nos presenta como un perverso personaje de gustos eclécticos, de gran lubricidad e incomensurable sadismo que no las tenía todas consigo. Supongo que el hecho de convertir a todas las esposas de senadores y prohombres de Roma en prostitutas de una multitudinaria orgía, cobrando entrada cual proxeneta, rebasó la copa de la paciencia de los que tenían que sufrirle y servirle.

Más "respetable" aparece Claudio, casado con la reina de las putas y de las arpías habidas y por haber, la más que recordada Mesalina que acabó por envenenarle.


Un famoso general romano de la época del emperador Marco Aurelio, de nombre Macrinio, poseía una barba roja y una musculatura impresionante que hacían de él el macho más solicitado y adorado tanto por hombres como por mujeres. Pero estaba locamente enamorado de un joven llamado Cneo Virgilio quien, para colmo, sufría del mismo mal que Julio César: la epilepsia. Eso no impidió que ambos batallaran duramente durante las campañas bélicas de Marco Aurelio, y Cneo Virgilio encontró, precisamente, una muerte heróica al término de una de ellas. Muerto el amante, Macrinio se consoló entre los brazos de un joven robusto y viril guerrero germano al que había hecho prisionero.

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